Por Eva Luz
Villalón Turrubiates
“Había solo
la luz suficiente para que pudiera ver la Parroquia emergiendo de entre la
neblina. Y pensé: ‘¡Dios mío qué vista! ¡Qué lugar!’ Y en ese momento me dije a
mí mismo: ‘Aquí me voy a quedar.’”
(Stirling
Dickinson a su llegada a San Miguel, el 7 de febrero de1937.)
La memoria
de Stirling Dickinson, está presente en los sanmiguelenses. Sabemos que hay una
calle que lleva su nombre y dos esculturas en su honor. A 18 años de su
fallecimiento, muchas personas lo seguimos recordando con cariño y gratitud.
Fue el primer americano residente en San Miguel y el único en recibir el título
de Hijo adoptivo predilecto, el 3 de septiembre de 1942, durante las
festividades del IV centenario de la ciudad.
Dickinson
nació en Chicago el 22 de diciembre de 1909, en el seno de una familia de
abolengo. Desde niño le gustó la vida campirana, los deportes y los animales.
Se graduó con honores de la Escuela de Arte y Arqueología de la Universidad de
Princeton en 1931.
Entre los
años de 1934 y 1935 hizo un recorrido acompañado de su amigo Heath Bowman y a
bordo de un Ford 1929 llamado Daisy, que duró seis meses. Recorrieron 6,500
kilómetros en 18 estados de México. Su aventura se convirtió en el libro
“MexicanOddisey” (1935) que fue prologado por un amigo que habían conocido
durante su viaje: José Mojica, actor mexicano muy famoso en los Estados Unidos.
El libro se convirtió en un éxito de ventas y le siguió “Westwardfrom Río”
(1936), en el que narraban sus aventuras por Sudamérica. Su tercer trabajo
sería una novela histórica sobre la Revolución Mexicana que planeaban situar en
un pequeño pueblo. José Mojica les sugirió visitarlo en San Miguel de Allende y
de inmediato comenzaron a reunir material para la novela “Deathis Incidental”
(1937), que marcaría el fin de su trabajo colaborativo con HeathBowman, quien
iba a casarse. Después de la publicación de su último libro, Dickinson regresó
a San Miguel y se estableció en una vieja tenería que restauró y convirtió en
su casa, Los Pocitos, por el rumbo de Santo Domingo.
Por esas
fechas el pintor peruano Felipe Cossio del Pomar estaba haciendo los trámites
necesarios para abrir una escuela de bellas artes en San Miguel e invitó a
Dickinson a participar en dicho proyecto. En su autobiografía describe a
Dickinson como“[Un hombre] alto, torpe, increíblemente delgado, bien afeitado,
con incipiente calvicie, interesado en empresas nobles, aunque no tengan nada
que ver con dinero. […] Cuando hay que tomar decisiones actúa de manera
práctica y tiene una sorprendente visión de las consecuencias. No se deja
llevar por intereses económicos. ¿Qué intereses mueven a Stirling? Sin duda el
deseo, muy noble, por cierto, de ser útil a través de poner sus habilidades en
buen uso”.
Dickinson
trabajó como director adjunto de la Escuela de Bellas Artes durante un tiempo,
hasta que los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial y se enlistó
para servir en la Oficina de Inteligencia Naval y después en la Oficina de
Servicios Estratégicos. Tras la guerra, en diciembre de 1945, volvió a San
Miguel después de dos años de ausencia, trayendo consigo el primer jeep que se
había vendido a un civil.
Después de
muchos contratiempos en la Escuela de Bellas Artes, y de haber sido injustamente
expulsado del país con la falsa acusación de ser comunista, Dickinson ayudó a
fundar el Instituto Allende, del que fue director desde 1952 hasta 1983.
Stirling
Dickinson fue un hombre de pasiones: el béisbol, las orquídeas y su trabajo
voluntario e incansable con diversas instituciones sanmiguelenses, como la
Biblioteca Pública y el Patronato Pro-Niños, así lo atestiguan.
Aunque el
béisbol ya se jugaba en San Miguel antes de su llegada, sólo había un equipo,
el de la Fábrica La Aurora. En 1938 formó el equipo de Bellas Artes y
acondicionó campos para la práctica del deporte. A sus jugadores siempre los
trató bien, los ayudó tanto como pudo, consiguiéndoles trabajo o apoyándolos en
sus estudios. Fue una relación de amistad y cariño que duró hasta su muerte e
incluso más allá, pues, tras su fallecimiento, uno de sus beisbolistas, don
José Sánchez, fundó la Sociedad de Amigos de Dickinson A.C. para preservar su
legado.
Dickinson
fue además un gran aficionado a las orquídeas; en Los Pocitos llegó a tener
3000 orquídeas de 250 especies. En 1969 en Chiapas descubrió una nueva orquídea
amarilla que lleva su nombre: la EncycliaDickinsoniana, que formó parte de una
colección de estampillas postales emitidas por Correos de México en 1997
.
Aunque
nadie sabía que era millonario, siempre usó su fortuna a favor de la comunidad,
pagando por servicios médicos, medicinas y servicios funerarios a quienes lo
necesitaran. En 1954 apoyó la fundación de la Biblioteca Pública, donó libros y
colaboró en el establecimiento de becas para estudiantes. También participó en
un programa de Bibliotecas Rurales y apoyó al Patronato Pro-Niños para
proporcionar servicios médicos, zapatos, libros, ropa, cobijas, etc. a niños de
escasos recursos.
El 29 de
octubre de 1998 tras asistir a una reunión, su combi se despeñó por la Cañadita
de los Aguacates. Ese día, antes de salir de la Biblioteca, les había pedido
que pensaran a quién le dedicarían el altar de muertos ese año… al día
siguiente el Periódico Atención, del que había sido colaborador,dio la triste
noticia: Stirling Dickinson había muerto en un accidente automovilístico.
John
Virtue, autor del libro “Model American abroad: a biography of Stirling
Dickinson” (2008) escribió: “Entrevisté a 86 personas para escribir este libro,
ni uno sólo de ellos tuvo nada malo que decir sobre Stirling”.
El altar de
muertos de la Biblioteca estuvo dedicado al hombre que puso a San Miguel en el
mapa internacional, al maestro, amigo, compañero, filántropo, hijo adoptivo
predilecto que fue William Stirling Dickinson.